lunes, 15 de julio de 2013

¿Pequeños placeres?

Mi abuela, (sí, todavía tengo abuela y tiene una marcha increíble), me ha dado dinero. Como todas las abuelas con los nietos. Yo no suelo coger el dinero que me da, pero me ha dado 10 euros para que me tome un refresquito. Pensará que me los tomo en los Campos Elíseos por la cantidad que me dio. 

Y yo ese dinero lo he invertido en langostinos. Todo. El plan era, unos langostinos, una coca cola, una peli y a disfrutar. Un placer que me costó barato pero que para mi no tiene precio. No lo hubiera cambiado por nada, ni por una terraza chill out con su cóctel y sus hamacas blancas. No.

Y es que esos grandes placeres son los que en realidad me hacen feliz. Una mesa en el jardín, con un mantel de lino, con velas, y de cena ensaladas, carne a la brasa y unos amigos alrededor contando cosas y riéndonos. Tengo la suerte de poder vivir estos momentos.

O si no el momento baño. Es costumbre en mi usar un gel distinto los fines de semana. Ese gel con un olor especial, diferente al del resto de la semana y que por lo general suele venir en un envase más pequeño. Ese. Mi hora semanal dedicada a ponerme mascarillas capilares. Me siento nueva. Me da una sensación de relax.

¿Que tienes un mal día? Cómprate unos zapatos. Es frívolo, caprichoso y tal vez innecesario pero funciona. Me ha pasado. Y quería probar esa teoría que he escuchado más de una vez. Te cambia la cara. El estado de ánimo mejora cuando te dan tu cajita y sabes que dentro hay unos zapatos que te harán más fabulosa aún si cabe. Si estás pensando en este punto que es una tontería prueba. 

Salir a la terraza de casa con un libro y una copa de vino, preparar unos bocadillos y llevarlos a la playa al atardecer, tomar un helado de stracciatella...

Y prueba también los langostinos. Así, porque te apetecen. Porque invertir el dinero en un pintalabios de MAC está muy, pero que muy bien, pero el placer de ese momento, de verdad, no tiene precio.

Mis placeres no son pequeños, son grandes porque yo los hago así.

Así que repasando esos pequeños placeres que tengo me he dado cuenta de una cosa, son grandes. Enormes. Y cuestan poco. Casi nada...