viernes, 30 de diciembre de 2016

Fin de año.

Todos los años igual. Termina un año y las cadenas de televisión hacen balance de lo que ha acontecido el año que se acaba. Las revistas recuerdan sus portadas y sus noticias más impactantes. Empezamos a hacer listas de lo que vamos a hacer el año próximo y sin querer o sin darnos cuenta empezamos a hacer balance del que está casi terminando.

Gente que resume el año en una palabra, en fotos, en momentos, en libros leídos...

No hago balance, no me gusta. Porque siempre es lo mismo. Puede que el año haya sido bueno o malo, pero como casi todos. Con sus altibajos, con sus buenas noticias y con sus noticias desagradables.

Este año que termina ha sido bueno para mí porque me he propuesto atraer lo bueno y soportar lo malo. Y no es que este año haya cambiado mi forma de pensar o de ser, no, no es eso. Este año he aprendido a apartar de mi mente los pensamientos que se instalan y pretenden durar más que un suspiro.

Si me preguntaran qué tal ha sido este año para mí, tengo que decir que muy bueno. Me ha gustado 2016 y espero que 2017 sea o igual o mejor. Si viene peor pues haré con los que no han sido buenos conmigo, aprenderé a vivir con él, a soportarlo y siempre pensando en que el próximo será mejor. 

No sé si sirve hacer balance. No sé si sirve hacer propósitos. Los he hecho otros años y muchos de ellos se quedaron a la mitad. Los retos me los voy marcando a corto plazo, se me ocurre algo que quiero hacer y lo hago sin importar el tiempo que me lleve hacerlo. Pero ponerme una fecha, un tiempo, me pone nerviosa.

Tengo ganas de empezar el año porque presiento que va a ser muy bueno para mí. Yo soy muy intuitiva y cuando sé que me va a ir bien tengo ganas de que venga ya. No me da miedo empezar un nuevo año. Lo espero con ilusión. 

Despidamos el año agradeciendo todo lo que nos ha traído, lo bueno y lo malo. De lo malo se aprende, nos hace más fuertes, hace que sepamos tomar decisiones, hace que valoremos los momentos en los que estamos bien.

Feliz Año 2017 para todos. ¡Vamos a por él!

viernes, 23 de diciembre de 2016

Navidad 2016

Navidad. Tiempo de desearle a los demás lo mejor. Tiempo para hacer regalos, para decorar la casa, para escuchar villancicos, para preparar postres ricos y pensar en las cenas con la familia, pensar en las reuniones con amigos. Tiempo para recordar cómo la vivíamos cuando éramos niños.

Navidad. Tiempo para recordar a los que no están. A los que viven lejos de nosotros y no pueden volver o para recordar y llorar a los que nos dejaron para siempre. Porque ese hueco en la mesa siempre está. Siempre recordaremos los gustos de los que no están, esas anécdotas divertidas que ocurren en Navidad.

Es curioso cómo una misma fiesta puede ser vista de tan distinta forma. Los niños son los que más la disfrutan. Viven en unos días de magia, entusiasmo e ilusión que los adultos tenemos en menor medida. 

Ojalá volver a la niñez esos días. Ojalá que el espíritu navideño de felicidad y gratitud nos envuelva ese mes.

He intentado llenarme de eso que llamamos "espíritu navideño". He comprado los regalos relajadamente, tomándome mi tiempo, he comprado papeles de regalos bonitos y detalles para envolverlos, he ido a ver decoración navideña, he mirado a la gente en reuniones de amigos y brindando por unas buenas fiestas, he paseado por la calle para ver todo el alumbrado navideño, he hecho fotos...

Y parece ser que sí, que sí ha llegado. Tengo ganas de vivir estas fiestas con mi familia. Tengo ganas de sentarme en una mesa y comer todos juntos recordando los huecos que quedan libres, si tenemos que llorar lloraremos y si tenemos que reír lo haremos a lo grande. 

Porque así es la vida y hay que vivirla con sus luces y sus sombras, sus presencias y sus ausencias. Y hay que hacerlo por los niños. Que para ellos existen los duendes de la Navidad, Papá Noel y los Reyes Magos. Como para nosotros existieron cuando éramos niños.

Y no está de más pensar que a lo mejor sí existen pero no nos paramos a verlos porque estamos ocupados con nuestras cosas. 

Así que este tiempo es para recuperar esa ilusión, esa magia y creer...

¡Feliz Navidad a todos! 

viernes, 16 de diciembre de 2016

La diosa de la Fortuna

"Si este año nos tocara la lotería..." Y mirando al infinito mi marido soñaba con ser agraciado en el sorteo de la Lotería de Navidad. Estábamos sentados en un banco en el mirador de San Nicolás en Granada hablando de nuestras cosas, con el sol dándonos calor y yo me sentía afortunada. Aún quedando una semana y pico para el sorteo del Gordo.

Le dije "ya nos tocó la lotería, vivimos en una ciudad preciosa, podemos subir aquí siempre que queramos, nos cambió la vida a mejor, ¿qué más lotería quieres?"

La monetaria. La que nos quitaría las hipotecas que tenemos, la que nos daría el capricho de hacer un viaje largo. Esa, la que no te da la felicidad de pasear por una ciudad mágica, la que no te da salud, la que no te da una familia que te quiere, unos amigos con los que contar en los malos momentos y reírte en los buenos.

Ponemos la ilusión en un sorteo donde tenemos unas posibilidades ínfimas de que nos toque. 

Yo me siento muy afortunada desde que cambié de vida. No pido tener muchas cifras en mi cuenta corriente. Si me tocara estaría encantada, claro que sí, pagaría las deudas que tengo, compraría muchos regalos, ayudaría a quien lo necesita. Pero si no me toca, que es lo más probable que me ocurra, me levantaré y al sonreír diré lo que digo cada mañana "Gracias, Dios mío, que me ayudas cada día y me regalaste vivir en un sitio al que adoro. Gracias por tener salud y la gente que quiero está sana y fuerte".

Ahí busco yo a la diosa Fortuna, en mejorar, en apostar por un cambio y conseguirlo, en buscar amistades buenas y lograrlas, a seguir queriendo a todo el que me quiere, a cuidar de quien me necesite.

No la busco en un boleto, en una papeleta, en un sorteo. Soy feliz con lo que tengo. Y me alegro mucho cuando en realidad el Gordo de la Lotería de Navidad cae en una familia que no tiene para comer, que vive mal, que perdió la ilusión. 

Eso sí, me han regalado lotería, no he mirado los números, no sé si son feos o bonitos. El día 22 de diciembre me levantaré temprano, pondré la tele y desayunando veré el sorteo, no con la esperanza de hacerme millonaria, no, sino porque el soniquete de los niños de San Ildefonso ya me anuncia que llegó la Navidad.

Feliz sorteo. Que la diosa de la Fortuna os sonría de esa forma que queréis.


viernes, 9 de diciembre de 2016

Después

Después te escribo.
Después te veo.
Después empiezo el libro que tenía pendiente.
Después me voy de tiendas.
Después empiezo a escribir el relato que me ronda la cabeza.
Después envío ese mensaje.
Después recojo la ropa.
Después prepararé la tarta.
Después te llamo...

¿Estás seguro de que tienes muchos después?

¿Estás seguro de que después puedes hacer todo eso que tienes pendiente o quieres? 

Hazlo ahora. Empieza ahora. Llama a esa persona que quieres y dile aquello que quieres decirle. Empieza ahora ese libro, aunque solo sea para leer dos páginas. Ve ahora de tiendas y mira las cosas bonitas que hay aunque no compres nada. Recoge ahora tu ropa mientras que se hornea la tarta. 

No sabemos los "después" que tenemos esperándonos. Así que es ahora el momento.

Ahora o nunca. No después. 


viernes, 2 de diciembre de 2016

Reuniones...¿Incómodas?

Hace unos días, una antigua compañera de trabajo con la que me llevo bien tuvo la idea de crear un grupo de whatsapp con todos los compañeros de trabajo para reunirnos en un restaurante para cenar. La idea es buena y más porque hace unos 13 años que no trabajamos juntos. Y sería todavía mejor si entre nosotros hubiera buena relación.

No, no la hay. Yo no puedo ir a esa reunión porque se hace entre semana y vivo en otra ciudad distinta. Pero si tuviera la posibilidad logística de ir ¿iría? No. 

No me haría ilusión ir porque van personas que no me trataron bien en estos 16 años. Yo no soy una persona falsa ni hipócrita. Me gusta reunirme con gente que quiere estar conmigo, que me defiende, que se alegra por mí, que me quiere, que no me critica, que no se ríe de mí...

En ese grupo no hay compañerismo verdadero. Hay malas palabras a la espalda, hay rencores, odios, envidias, celos. Me pregunto por qué van y nadie se atrevió a decir en el grupo que la idea es buena pero la ejecución es fatal. Son los miembros de ese grupo que quiere reunirse los que fallan. Y es curioso que los que no podemos ir somos los que hemos sido compañeros de verdad. Gente con la que te gusta pararte en la calle si te los encuentras. 

¿Qué malo hay en decir que es un grupo de gente falsa? ¿Qué malo hay en decir que ninguno de ellos se ha respetado y que incluso se les ha humillado? La hipocresía, la falsedad, el miedo a que pensarán mal de uno si se dice todo eso es lo que nos hace ser así.

Yo no he dicho nada porque no voy a reunirme con ellos y en realidad me da lo mismo. Si pudiera seguramente lo diría. Y en silencio, más de uno me daría la razón. Y en privado seguramente y a través del móvil me pondrían el icono de las palmitas.

Seamos serios en la vida. Digamos las cosas como son. Alabar por el buen fondo de la idea al pensar que personas que se han tirado las tiras de pellejos puedan compartir una cena, pero que en la práctica, hay más cuchillos mentales que buenas palabras salidas desde dentro. 

Será la Navidad, que nos vuelve cínicos y por qué no, más sensibles de la cuenta...