jueves, 27 de octubre de 2016

Dos años

"Año 2014. Huelva, en la puerta de mi casa llenando un camión de mudanzas con todas mis cosas con destino a una nueva ciudad. Granada me esperaba. Estaba nerviosa, ilusionada, tenía ganas de llorar, de reír, de salir de allí, de quedarme un poco más para despedirme de nuevo de mi familia..."

Dos años más tarde estoy celebrando el que fue el mejor cambio de mi vida hasta hoy. Sigo feliz en Granada. La considero mi casa, mi hogar, donde quiero echar raíces. Donde quiero vivir muchos años. Me sigue sorprendiendo, sigo alucinando con la gente que conozco, con las cosas que sigo descubriendo, me sigo maravillando con sus edificios aunque los vea todos los días. Me sigue gustando la forma de hablar de los granadinos...

Fue lo mejor que hice. Cambiar de vida. Y aunque echo de menos a mi familia echo de menos Granada cuando vuelvo a mi otra casa. 

Dos años que celebro como si fuera mi cumpleaños. Es mi cumpleaños del cambio, de mi nueva vida y lo celebro con una cena, con un almuerzo, con un regalo...Me gusta celebrar las cosas bonitas y esto lo es.

Gracias Granada, por permitir estar contigo otro año más. A seguir cumpliendo.  

Te quiero.




viernes, 21 de octubre de 2016

Mujeres

El otro día, en una reunión de amigos, hablábamos de las mujeres, del feminismo de cómo éramos entre nosotras. Y estábamos todos de acuerdo en lo mismo. No somos buenas personas entre nosotras.

No nos ayudamos, no nos importa pisarnos para ascender, hablamos mal a nuestra espalda, no tenemos lealtad, existe la amistad hasta cierto punto...

No soy feminista. Quiero igualdad entre hombres y mujeres. Quiero que una mujer cobre por el mismo trabajo que realiza un hombre. Quiero que si tiene hijos no solo la conciliación familiar sea cosa de ella, sino del padre también. No quiero que tengamos que demostrar cada día que podemos ser lo más parecido a superwoman, que somos capaces de llegar a todo, que podemos trabajar y tener nuestra casa limpia y nuestros hijos alimentados y cuidados.

Y quiero que entre nosotras nos ayudemos. Y no lo hacemos. He tenido compañeras de trabajo que han sido unas auténticas arpías, de esas que se alegran si el jefe te echa la bronca del año y de esas que se mueren de envidia si te dan un ascenso o te reconocen tu buen trabajo delante de los demás. He tenido compañeras que me han visto apurada con el agua al cuello y su única ayuda ha sido echar un poco de agua más. He tenido compañeras que no han movido un dedo ni por mí ni por las demás. 

He tenido amigas que se han alegrado de haber engordado unos kilos, que han tenido celos porque he perdido esos kilos y me he puesto cañona. Amigas que no se han alegrado de mi prosperidad en la vida, han envidiado mi cambio de vida y me han dado de lado. Amigas que me han aconsejado mal, que al darme la vuelta me han clavado un puñal por la espalda.

Y no solo me ha pasado a mí. Les ha pasado a más mujeres que conozco. Sin embargo entre los hombres eso no pasa. Entre ellos son más nobles, más "inocentes", más fieles. Ellos son auténticos compañeros de trabajo. No tienen la maldad que tenemos nosotras.

No soy machista tampoco. Pero prefiero tener compañeros de trabajo a tener compañeras. He tenido la suerte de trabajar en varias empresas. En algunas de ellas había más perfil femenino, en otras abundaba lo masculino y para mí ha sido mucho mejor. Eran consejos de verdad, ayuda de verdad. Me he sentido mejor.

Tal vez haya sido una mala experiencia con mis compañeras de trabajo y amigas. Pero hablando con más mujeres no soy la única que piensa así. 

¿Por qué somos así entre nosotras? ¿Por qué existe esa rivalidad? Somos mujeres. Con nuestros defectos y virtudes y qué mejor que entre nosotras para entendernos, ayudarnos y apoyarnos. Deberíamos estar más unidas, ayudarnos más, defendernos más. 

Si lo hiciéramos seríamos aún más fuertes...  




jueves, 20 de octubre de 2016

Todo comenzó en una estación de autobús.

Doce horas de viaje en un autobús que me llevaba a Valencia. El viaje era por la noche. Parábamos por muchos pueblos. Se subía gente al autobús, se bajaban, se sentaban a mi lado, se iban, llegaban otros viajeros...

Podría haber cogido el tren pero no había billetes para ese día. Y es que debía ser ese día. Me preguntaste si me importaba estar toda la noche viajando en un autobús para estar contigo dos días en la tierra de las flores, de la luz y del amor. Dije que me subía a ese autobús con mis ilusiones, mis ganas y mis nervios.

No nos habíamos visto antes. Porque una foto no hace justicia. Una foto no transmite olor, el sabor de unos besos. 

Iba nerviosa todo el camino. Dormí muy poco. Amanecía y entrábamos en Valencia. Por megafonía nos avisaron que en breves minutos llegaríamos a la estación de autobús. Y allí estabas. Dando vueltas quizá igual de nervioso que yo. Yo me tranquilicé. Me gustaste todavía más. Por fin. Por fin saliste de mi pantalla de ordenador y eras una realidad. 

Bajé del autobús. Nos dijimos "hola" y nos besamos. Un beso corto, con su justa presión en los labios y cuando los separamos nos reímos nerviosos. 

De la mano, anduvimos por Valencia, nos contamos cómo estábamos, lo que nos gustamos en persona, lo que nos extrañamos cuando nos despedimos...

Te decía adiós mientras el tren se alejaba pero supe que ahí comenzaba nuestra historia de amor. 

Me fui ilusionada, pensando en el futuro contigo, en lo que pasaría mañana.

Llamadas de teléfono, mensajes, regalos, un viaje a Sevilla, una escapada a Cádiz, un tira y un afloja...y se terminó todo.

Tú por tu camino que no te gustaba. Yo haciendo uno nuevo lleno de ganas de vivir cosas nuevas.

Pero fue una historia con tanta pasión, con tanto amor, con tanta admiración que la volvería a repetir contigo una y mil veces más. Aún sabiendo el triste y dramático final que tiene.

Esa estación de autobús de Valencia que tanto podría contar de nosotros.

Tantas historias parecidas a la nuestra y ninguna como la de nosotros...

jueves, 13 de octubre de 2016

Vidas inventadas

Uno de los balcones de mi casa, el que está en el salón da a las habitaciones de un hotel.

Me sorprende la cantidad de huéspedes que entran y salen cada semana, cada fin de semana. 

Gente de distintos países y nacionales. Se asoman al balcón de la habitación y alguna que otra vez me han saludado.

Desayuno justo ahí y el café de la tarde me lo tomo al lado de ese balcón si estoy en casa. Y miro al hotel y veo a los turistas. Como soy tan imaginativa me invento la vida que tienen. Por la pinta los ubico en un país. Me pregunto qué conocerán de Granada, si es la primera vez que vienen, si vienen para arreglar algún tema sentimental, me pregunto a qué vendrán los que lo hacen solos...Me invento los trabajos que tienen. Los hay con pinta de funcionarios, otros de escritores, un médico, alguien que ha venido a gastar una herencia familiar...

Cuando termina mi desayuno o mi café de la tarde terminan las historias. Me olvido de esos turistas porque lo que se ve tras una ventana no es lo que pasa en la vida real. Ni siquiera seguro que es ni parecido. Es un rato de imaginación que me tomo para mí.

Y me pregunto, ¿por qué la gente no hace justo eso? ¿Por qué no se preocupan de sus vidas? Claro que todo el mundo tiene una opinión, pero ¿por qué no observan, se callan y siguen con sus vidas? ¿Por qué ese llevar y traer construyendo una realidad de otras personas que no es tal?

Todos somos espectadores y todos en algún momento hemos hablado más de la cuenta de otros. Me alucina los comentarios que leo en algunas fotos en Instagram de gente más o menos conocida. Hay gente que lleva la vida de esas personas mejor que la propia protagonista. Incluso se atreven a contestar por ellas si alguien les pregunta algo. En serio, ¿tanto tiempo tienen como para seguir una vida a través de unas fotos o de 30 minutos de un vídeo de YouTube? ¿De verdad nos creemos todo lo que nos quieren mostrar?

No me interesa la vida de los demás que no pertenecen a mi familia más cercana. Me da absolutamente igual de quién se ha enamorado fulanito o de con quién ha sido vista menganita. Me hace mucha gracia cuando en la tele, sale ese vecino que saludaba por las mañanas pero que al final era un asesino, y que sus vecinos dicen que no lo conocían, pero por la apariencia y por las veces que lo vieron entrar y salir te construyen una vida. 

Todo iría mucho mejor si no nos metiéramos en la vida y circunstancias de los demás y nos preocupamos de nuestros problemas y de ser mejores cada día. 

Hace mucho tiempo que lo practico, y la verdad, que muy bien. 


Calle Padua 75, Barcelona, España.:


viernes, 7 de octubre de 2016

We don't talk anymore

Ya no hablamos. Y antes hablábamos mucho y no lo echo tanto en falta porque te recuerdo, te pienso y es como si hubiéramos hablado hace cinco minutos.

Hablábamos de todo y de nada importante. Hablábamos de cosas importantes para nosotros. Y nos reíamos. Teníamos días malos y lo compartíamos, teníamos ganas de estar solos pero nos llamábamos para hablar. 

Teníamos ganas de saber el uno del otro. Compartíamos fotos de nosotros, de nuestras ciudades, de lo que comíamos, nos dábamos envidia con lo que veíamos y lo compartíamos porque queríamos verlo juntos, comerlo juntos, beberlo juntos...

Si ahí llovía aquí hacía sol y si ahí hacía frío aquí también...

Reuniones interrumpidas por un mensaje mío y los buenos días tuyos que me sacaban del sueño. 

Se nos fue de las manos y la conversación se fue también. Los días no fueron tan buenos, fueron como todos. Y nos dejaron la sensación de saber todo el uno del otro y sentirnos desconocidos por completo. 

Quizá algún día volvamos a hablar. Quizá empecemos por un "buenos días, estoy en un atasco". Estamos en un atasco y no avanzamos. No nos atrevemos a acelerar, a frenar en seco, a bajarnos dar un portazo y olvidar. Yo al menos no.

Ya no hablamos. Y antes hablábamos mucho y lo echo en falta...


martes, 4 de octubre de 2016

Postureo

"Los lunes son menos lunes si llego a casa y me encuentro esto". Y se ve una caja de Louis Vuitton con un enorme lazo. Nada dice del contenido pero seguro que es algo carísimo y monísimo.

"Una parada para coger fuerzas y seguimos de shopping". Y se ve un vaso enorme de Starbucks y de fondo los escaparates de las tiendas.

"Trabajando un poco". Y en la foto vemos un escritorio blanco, con una silla blanca con agendas blancas, con una pantalla de un Apple enorme, un jarrón con flores y un calendario recordándonos el día en que estamos. Y yo me pregunto, en qué trabajas, ¿mirando al techo? Porque cuando yo trabajo hay más de un papel en la mesa y las flores es lo primero que quito. Pero claro, es para la foto. 

Ya me cansa seguir perfiles así en las redes sociales. Al principio me gustaba ver esas fotos, y me declaro culpable porque yo también he hecho ese tipo de fotos y no solo eso, las he publicado incluso. Con el tiempo las veo y con alguna me he ruborizado de la vergüenza que he sentido. Publiqué vasitos de Starbucks y nadie me dijo que años más tarde me sentiría ridícula. Publiqué regalos que me hicieron y fotografié comida. Sí, como si nadie comiera nada más que yo o si lo que publico es la primera vez que lo como.

En el programa de las Kardashian, Kris, la matriarca del clan, fotografía un plato de ensalada para colgarlo en la red. Su hija, Kim, le dice que fotografiar comida para colgarlo en las redes no es nada glamouroso y es una horterada. No sé si estoy de acuerdo con ella porque me encantan las Kardashian o si es porque tiene toda la razón. La foto de una ensalada que nos comemos qué quiere decir ¿como sano? ¿mira qué rico lo que voy a almorzar? No sé. 

Nos gusta el postureo. Nos encanta decirle a los demás, que llevan la misma vida que nosotros o incluso mejor, que también somos cool, que lo pasamos bien, que vamos a sitios guays. Y a los demás qué, ¿qué les importa a los demás? ¿Qué queremos dar a entender?

Actualmente sigo a ese tipo de personas porque llevo años haciéndolo y las conozco como si fueran amigas mías, pero ese tipo de foto me aburre y no me aporta nada. Me gustan más los perfiles de decoración, de gente que nos muestra sus looks para inspirarme, de viajes...

Por cierto, me he comprado una caja de macaroons para comerlos, no para hacerles una foto y colgarla. Me gustan desde que hace unos 10 años los probé en París y de vez en cuando me doy el capricho y de eso no presumo. Ni lo sabe nadie.