lunes, 1 de junio de 2015

Vivir el momento

Escuché hace unos días en una serie de televisión que deberíamos vivir el momento pensando que una bomba va a explotar en cualquier momento o al final del día. Me pareció algo exagerado porque vivir con esa presión y tensión debe ser horrible. Pero mirándolo de otro modo nos haría disfrutar de las cosas más intensamente.

Hace dos noches subí al mirador de San Nicolás por la noche. No había subido por la noche desde que hace siete meses ya que vivo en Granada. No estaba planeado y eso es lo mejor. No planear qué hacer un sábado por la noche para que todo salga perfecto. Empezamos yendo a bares a tomar una cañas y unas tapas. Y luego, como el clima era perfecto nos subimos a un autobús y en unos minutos estábamos disfrutando de unas vistas maravillosas con Granada a nuestros pies.

No había nubes, no hacía frío y la gente que estaba allí hablaba tan bajito que apenas había ruido. La Alhambra iluminada y miles de lucecitas alumbraban una ciudad que me está enganchando.

Al mirar la inmensidad de ese paisaje, de verme allí arriba pequeña y grande a la vez, solo podía pensar en lo afortunada que me siento por vivir todos esos momentos, por ver esa parte de nuestra historia, por tener la oportunidad de disfrutar de una noche así. 

En esos momentos me daba igual que haya personas que no quieran saber de mí, me daba igual lo que puede pasar mañana, me daba igual lo que estaban haciendo otros o dónde estaban. Sentía que estaba en el mejor lugar del mundo por lo que estaba viendo y viviendo. Por la noche tan perfecta que me regalaba la vida.

Y si cuando he vivido momentos desagradables los he sentido a tope ¿por qué no exprimir los buenos? ¿Por qué no respirar fuerte y llenarnos de esa felicidad? Tenerla ahí de reserva para cuando venga un bache sacar algo y sonreír aunque sea unos minutos.

Disfrutar de un café en una cafetería bonita, leer un libro en un banco de una plaza con gente, ver escaparates bonitos, duchas con geles de olores ricos, paseos sin prisas, comprar postales con mensajes o imágenes que te llevan a otro sitio, hacer fotos y luego compartirlas o tenerlas para ti, escribir lo que se te ocurra, comprar pasteles, beber un té con sabor a chocolate...

Todo esto como si fuera el último día de nuestras vidas.



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