sábado, 4 de junio de 2016

¿Subes? O te quedas.

Vas por la calle, alguna calle de una ciudad bonita, con encanto, con gente, con tiendas y con cuestas. Algunas cuestas. Y cuando estás abajo y miras hacia arriba dices "jo, qué cuesta, debe ser bueno subirla con ganas para poner el culo duro". Hazlo. Pero no solo para tener una parte trasera envidiable, sino para ver todo mejor desde arriba. Porque se ve todo mejor, te lo digo yo que he subido unas cuantas.

Y es que subir cuestas cuesta pero es muy gratificante. He subido varias, he bajado, he tardado en subirlas y me ha costado mucho. Pero cuando he estado arriba lo he disfrutado y el aire parece distinto. Lo de abajo, los problemas, los ves más pequeños.

A mí nadie me ha regalado nada. No tengo un apellido importante de los que abren puertas sin llamar ni de esos que llevan un guión entre un apellido y otro.

Cuando estaba en lo bajo de la cuesta, los escalones eran inmensos de grandes, lejanos y muy empinados. Tenía amistades que no me animaban a subir, que les parecía bien que estuviera así, que se quejaban de su situación que, aparentemente, era mejor que la mía.

Y decidí subir. Llevaba mucho tiempo en el escalón primero y yo quería llegar al último. Yo quería subir donde pensaba que estaban los demás, los felices, los que no tienen problemas, los que respiran un aire más limpio.

Primer escalón. Me costó mucho cambiar el pensamiento negativo al positivo. Cuando veía en las noticias lo mal que estaba todo, la precariedad laboral, la falta de oportunidades, la huida de personas a otros lugares, me decía a mí misma que yo lo iba a conseguir y empecé a soñar en otro lugar. En otra ciudad.  

En España hay sitios maravillosos para empezar otra vida. El primer escalón es el del desapego a tu zona de confort. A tu familia, a tus lugares de la niñez, a tus amistades. Súbelo, cuesta pero se consigue.

Conseguí cambiar de lugar de residencia después de mucho buscar. Me ilusioné buscando mi nueva casa, me ilusioné pensando en nueva gente a la que conocer, me ilusioné con las nuevas costumbres, las tradiciones, la forma de hablar que tendrían mis nuevos vecinos. 

Segundo escalón. Establecerme y adaptarme a la nueva vida. Seguía costando. Te verás solo o no. Te verás contigo. Pero todo es ilusionante. Planificar una búsqueda de trabajo, visitar nuevos museos y monumentos, hacerte con tu entorno, conocer los nuevos comercios que esperan a que entres. 

Tercer escalón. Conseguir olvidar a quienes no se han alegrado por ti. Olvidar las horas invertidas con personas que no te preguntan que tal llevas la cuesta, si quieres bajar del tercer escalón y volver al primero donde están ellos. Coge tu teléfono móvil y empieza a borrar números. Si no te necesitan a ti, tú a ellos tampoco. 

Cuarto escalón. Estudiar aquello que siempre quisiste. Hacer esos cursos por fin. Aprender.

Quinto escalón. Otro currículum entregado y hace el número ¿mil? Pero ese número es la llave que abre la puerta. Y te dan una oportunidad. Es tu trabajo. Y sin olvidar cuando estabas abajo estás muy orgulloso de los que estás consiguiendo con tu esfuerzo.

Sigues subiendo con más o menos esfuerzo. Se nota el cansancio en las piernas pero lo de arriba es tan apasionante que venga, subes un poco más. Te encuentras a gente por el camino, con ilusiones como tú, con alguna desilusión otras, gente descansando a la mitad tomándose un tiempo.

Último escalón de esta meta. De este sueño. Ha pasado el tiempo. Dos años desde que empezaste a subir y arriba los ves todo de otra manera. Estás a gusto. Te sientes grande, miras todo lo que has conseguido y todo gracias a tu esfuerzo, ilusión, tesón, optimismo. 

Y ten en cuenta que puedes bajar, claro que sí. De eso se trata. De tomar las metas como cuestas. Que habrá escalones interminables o que el cansancio no te deje avanzar de momento, pero si estás en el tercer escalón ya es algo. Si estás en el primero y quieres subir ya es un logro. Porque hay personas que no se fijan en las cuestas. Prefieren el camino llano, ver siempre lo mismo, no complicarse la vida, no prosperar.

Recuerda que lo bueno siempre está arriba. Si no, ¿por qué íbamos a subir a lo más alto de la Torre Eiffel, a un mirador, a un campanario, a una azotea de un rascacielos o miramos por la ventanilla de una avión?

Sube. Te cueste lo que te cueste. Merece la pena y el aire allí es maravilloso. 


Foto hecha por mí. Cuesta de San Agustín. Granada (España). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario