miércoles, 27 de septiembre de 2017

Un rato contigo

He llegado a casa. Estoy cansada. Es de noche, pero es temprano aún para preparar algo de cena. 

Estoy pensando en ti. Me sirvo una copa de vino tinto, un cd con música lenta, relajada, romántica y un archivo de fotos tuyas. La luz de la lámpara que uso para la lectura está baja. Luz cálida para un momento cálido...

Fotos tuyas en el gimnasio. Me fijo en tu cara de esfuerzo para mantener la tensión de los músculos de los brazos justo como me gusta, el sudor por tu frente, tu sonrisa para la foto. Antes de perderme paso a otra. Sorbo de vino.

Tu imagen relajada en el sofá de casa. Despeinado, despreocupado. Tú. Al natural. Dejando al lado tus preocupaciones para ofrecerme una mirada de cariño, un abrazo con tu boca. Otro sorbo de vino.

Una foto de un viaje que hiciste lejos con gente con la que te sentías lejos. Y desde allí te acordabas de mí. Lleno la copa.

Un rato en cada foto imaginándome ahí contigo va a provocar terminarme la botella y tendré que buscar el modo de calmar las ganas que tengo de ti.

El mar, la arena, el sol y tú. La playa que tan bien te sienta. Paso a otra con lo que más quieres y que te pone triste no pasar más tiempo con él, tu hijo.

Me gustan tus instantáneas familiares. Otra vez el mar como acompañante...Y listo para una cena en una terraza.

Otra copa. La rosa que me regalaste. Ahí está. No se marchita en mi pensamiento. 

Y la foto de la conquista, del comienzo, de la desconfianza de los primeros minutos de conversación, de la perdición, de querer dejarnos llevar, de provocar momentos que vendrían después...

Se acabó el vino, la música llegó a su fin. Cierro tu álbum de fotos hasta la próxima vez que necesite estar contigo. 

Voy a preparar algo de cena...

(Las fotos que describo en este texto son reales. La persona a quien va dedicado existe. El momento que describo existió).

2 comentarios:

  1. Un día íbamos caminando junto al río y te dije que quería que me enterrasen, que ya había tenido suficiente con aquel incendio, que sabía que no iba a llegar a vieja, que no quería siquiera que pasase.
    Tú primero te incomodaste y después me seguiste el juego. Yo hablaba en serio.
    Ya no me sacas fotos, te dije. ¿Qué ha sido de aquella época en la que mediante instantáneas plasmabas el recuerdo de nuestro amor?
    Te incomodaste y te reíste para quitar hierro al asunto. Yo hablaba en serio.
    Yo te quiero y necesito que me quieras. ¿Te acuerdas de...?
    Iba enumerándote cada una de esas fotos:
    -Junto al Escorial ese día que me mareé con el olor del lechazo.
    -En Salamanca junto a tus compañeros aquella vez que me dio fiebre y comprobamos la eficacia de las urgencias a las 2:00 de la mañana.
    -Ese beso que nos dimos en Grecia en la roca mágica.
    -El día después de nuestra primera discusión. Nosotros y tres loros.
    -Montando camellos...
    -Ese balcón en Delphy.
    Pasó cerca de un año o quizás año y medio. De pronto empezaste a hacer fotos de nuevo.
    Ya no me querías. Eran el recuerdo del final.
    Hace poco me dejaste. A cuentagotas has dejado que me desangre y poco a poco estoy muriendo.
    Y lo peor de todo es que no vas a cumplir tu promesa. No me enterrarás, porque por muy muerta que esté, es ilegal.
    Otras fotos, otras personas, un montón de recuerdos y por eso te acompaño en el sentimiento.
    Voy a calentar el almuerzo.

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    1. Me encanta, es maravilloso. Mil gracias por este regalo. Por dedicar unos minutos a escribir este texto, compartirlo conmigo y con quien, por casualidad, se pase por aquí. Gracias por no dejarlo guardado para ti, porque es realmente bonito. Puro sentimiento. Mil gracias de corazón.

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