viernes, 2 de diciembre de 2016

Reuniones...¿Incómodas?

Hace unos días, una antigua compañera de trabajo con la que me llevo bien tuvo la idea de crear un grupo de whatsapp con todos los compañeros de trabajo para reunirnos en un restaurante para cenar. La idea es buena y más porque hace unos 13 años que no trabajamos juntos. Y sería todavía mejor si entre nosotros hubiera buena relación.

No, no la hay. Yo no puedo ir a esa reunión porque se hace entre semana y vivo en otra ciudad distinta. Pero si tuviera la posibilidad logística de ir ¿iría? No. 

No me haría ilusión ir porque van personas que no me trataron bien en estos 16 años. Yo no soy una persona falsa ni hipócrita. Me gusta reunirme con gente que quiere estar conmigo, que me defiende, que se alegra por mí, que me quiere, que no me critica, que no se ríe de mí...

En ese grupo no hay compañerismo verdadero. Hay malas palabras a la espalda, hay rencores, odios, envidias, celos. Me pregunto por qué van y nadie se atrevió a decir en el grupo que la idea es buena pero la ejecución es fatal. Son los miembros de ese grupo que quiere reunirse los que fallan. Y es curioso que los que no podemos ir somos los que hemos sido compañeros de verdad. Gente con la que te gusta pararte en la calle si te los encuentras. 

¿Qué malo hay en decir que es un grupo de gente falsa? ¿Qué malo hay en decir que ninguno de ellos se ha respetado y que incluso se les ha humillado? La hipocresía, la falsedad, el miedo a que pensarán mal de uno si se dice todo eso es lo que nos hace ser así.

Yo no he dicho nada porque no voy a reunirme con ellos y en realidad me da lo mismo. Si pudiera seguramente lo diría. Y en silencio, más de uno me daría la razón. Y en privado seguramente y a través del móvil me pondrían el icono de las palmitas.

Seamos serios en la vida. Digamos las cosas como son. Alabar por el buen fondo de la idea al pensar que personas que se han tirado las tiras de pellejos puedan compartir una cena, pero que en la práctica, hay más cuchillos mentales que buenas palabras salidas desde dentro. 

Será la Navidad, que nos vuelve cínicos y por qué no, más sensibles de la cuenta...





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